por Pedro Kupfer
(Traducido del portugués)
Los
ligamentos existen para limitar el movimiento de las articulaciones!
Si
usted ya se ha torcido un tobillo, por ejemplo, hay una buena probabilidad de que
haya ocurrido por el estiramiento o elongación desproporcional de los
ligamentos que dan estabilidad a esa articulación. Si esto ya sucedió con
usted, todavía debe recordar cuánto su tobillo tardó en sanar, ya que, como los
ligamentos no son vascularizados, el tiempo de recuperación de ellos es mucho
mayor que el de los músculos.
Sólo
para recordar, ligamentos están hechos de tejidos fibrosos densos de colágeno,
que tienen la función de limitar el movimiento de las articulaciones. Los
ligamentos, a diferencia de los músculos, no se alargan. En otras palabras,
cuando usted estira un ligamento, hay una gran posibilidad de que no vuelva a
su longitud original. Esto se traduce en fragilidad articular.
Si
la función de los ligamentos es proteger las articulaciones limitando sus
movimientos, alargar esas estructuras puede llevar las articulaciones a la
inestabilidad y, consecuentemente, a lesiones. Las personas flexibles tienen
una tendencia mayor a la inestabilidad articular y se lastiman practicando āsanas.
Por lo tanto, deben ser especialmente cuidadosos.
Exceso
de movilidad = inestabilidad = lesión.
Algunas
populares series de āsanas, como las que se usan para "abrir la
cadera", trabajan excesivamente la movilidad y pueden deteriorar
seriamente esa articulación. Esto es especialmente válido para las mujeres, que
naturalmente ya tiene los ligamentos de la cadera más móviles para facilitar el
parto.
Haría
mucho más sentido, como práctica de āsana especifica para las mujeres,
estabilizar y fortalecer la cadera, al revés que aumentar la movilidad y
elongar innecesariamente los músculos adyacentes, ya que esto puede traer
consigo inestabilidad de los ligamentos.
Si
la persona insiste en aumentar algo que ya es amplio, hay una gran posibilidad
de que las prácticas acaben en lesión, pues ligamentos excesivamente móviles
pueden desestabilizar la dinámica de la unidad sacro-ilíaca, de la pelvis a la
de la región lumbar.
Si
nuestra práctica está enfocada únicamente en aumentar a cualquier costo la
movilidad de las articulaciones, es una cuestión de tiempo para que ellas
pierdan la estabilidad y entre en ruta de colisión. Ya hemos visto a mucha
gente que se accidenta de manera innecesaria por el exceso de prácticas para
aumentar la apertura pélvica o la movilidad de la columna vertebral.
Al
hacernos daño, debemos parar.
Por básica y fundamental que esta afirmación pueda parecer, increíblemente, hay profesores que la ignoran. Cualquier animal y cualquier persona mínimamente sensible sabe intuitivamente que, en situaciones de lesión, lo mejor que se puede hacer es reposar.
Cuando
están heridos, los animales buscan un lugar a la sombra, cerca del agua, para
recuperarse. Los seres humanos también buscamos ese tipo de situación. O
nuestros médicos nos dan el sabio consejo de parar y descansar para que el
cuerpo se recupere.
La
solución, en el caso de una lesión articular, es simplemente parar de repetir
las acciones que produjeron la lesión y reposar y aún reevaluar lo que se ha
hecho, para poder cambiar la perspectiva y evitar la repetición del error.
Este
es un proceso cognitivo que dispensa los órganos de acción. Esta es la razón
por la que decimos arriba, que practicar āsana no resuelve ningún problema
aparte de las dimensiones física y vital. Y si se hacen de la manera
equivocada, pueden crear situaciones indeseables incluso en esas dimensiones.
Si
usted siente dolores al practicar, por ejemplo en las rodillas, en la cadera o
en la espalda lumbar, por lo que más ama en esta vida, por favor, no ignore
esos dolores! Ignorar el dolor físico creyendo que él tendría origen en alguna
obscura resistencia o negación psicológica, emocional o espiritual, es correr
un tremendo peligro.
El
masoquismo no es yoga.
Detrás
de muchas de las lesiones que ocurren practicando āsanas subyace el ubicuo pero
falaz adagio “No pain, no gain: sin dolor no hay ganancia”. ¿Ganancia de qué?
Hacer āsanas de manera forzada o exagerada nunca iluminó a nadie. El problema
es que las personas naturalmente flexibles tienden, por esta filosofía
superficial, a forzar las articulaciones más allá del límite del dolor.
Esto
sucede porque, como la persona flexible no siente nada cuando alarga los
músculos, cree que la práctica no tiene efecto y tiende a llevar las posturas
al extremo de forzar las articulaciones, donde se perciben muchas sensaciones
diferentes. Esto no sólo es perjudicial para los ligamentos, sino también para
los cartílagos que protegen las articulaciones.
En
este tipo de situación tenemos una interferencia nociva del ego de la persona
que practica, o del ego del profesor, lo que es aún peor. En ambos casos, esa
imposición del ego acaba por silenciar lo que el cuerpo habla y lo que el
sentido común dice, y queda abierto el camino para la colisión.
Muchos
profesores de Yoga alientan a sus alumnos a extrapolar los límites y a
superarse en términos de rendimiento físico, sin comprender exactamente el
grado de riesgo para la salud del sistema músculo-esquelético que ese tipo de
actitud trae para quien practica.
Aunque
es muy bueno recibir motivación para superar y vencer los obstáculos que puedan
aparecer en el camino, eso no puede suceder en detrimento de nuestra integridad
física o emocional. Mucho menos, olvidando el objetivo fundamental del Yoga que
mencionamos al principio.
Asumiendo
responsabilidades.
A la
hora de elegir las posturas que pueden o deben entrar en nuestra práctica
personal y comprender cuáles son las que debemos dejar fuera, necesitamos, a
priori, conocer las necesidades de nuestro propio cuerpo, sus características,
puntos fuertes y fragilidades.
Esto
implica hacer una reevaluación crítica y profundización de algunos modelos de
práctica estandarizados que parten de la presunción de que todos los cuerpos
humanos son igual, o que lo que vale para unos, necesariamente valdrá para
todos los demás.
Así,
no basta con seguir de manera mecánica una práctica formateada y apenas sentir
el cuerpo en la práctica. Necesitamos también conocer el cuerpo, saber cuáles
son sus límites naturales, y cultivar el contentamiento hacia ellos. Un
conocimiento básico sobre biomecánica y kinesiología es de mucha utilidad en
este punto.
Sin
estos elementos, nuestra práctica puede quedar como una cáscara de nuez en el
mar, a la deriva en una tormenta. Saber montar una serie equilibrada de posturas
es el primer paso hacia la independencia del yogin.
¿Cómo
practicar?
Si
usted ya tiene mucha masa muscular no necesita practicar posturas para
aumentarla. Por la misma cuenta, tampoco debería preocuparse por aumentar la
movilidad articular si ya tiene la que necesita para hacer las acciones en su
cotidiano. Demasiada movilidad es peor que demasiada rigidez. Es importante
recordar que, en la práctica de āsanas, lo que interesa es el equilibrio. Y eso
significa alejarse de los extremos.
Y
para concluir el tema, es bueno recordar que, si queremos alargar los músculos,
lleva 30 segundos para que los husos neuromusculares se adapten y se habitúen a
una longitud mayor. En otras palabras, quedarse menos de medio minuto en cada
āsana es inocuo en términos de estiramiento. Más que eso, innecesario.
Así,
la recomendación es para practicar es puntuar la firmeza con la gentileza.
Colocando sí toda la fuerza y todo el esfuerzo necesarios, pero siempre desde
la compasión y el cuidado. Cuando se siente que los tejidos musculares se
extienden a lo largo de los huesos, eso es saludable y positivo desde que no
llevamos el cuerpo al límite. Sin embargo, cuando percibimos que las
articulaciones empiezan a ser incómodas o si empiezan a surgir el dolor,
debemos parar inmediatamente.
Ilusión
y colisión.
No
podemos engañarnos, ni dejarnos engañar por los demás, por bien intencionados
que éstos sean: acciones físicas producen resultados físicos. Las posturas
deben ser practicadas a la manera de preparación y reflexión, como decimos
arriba.
El
esfuerzo físico que se hace dentro de la práctica de āsana debe siempre ser
puntuado por el principio áureo de la no violencia, ahiṁsā. Cultivar esa
actitud no significa ser condescendiente o dejarse llevar por la pereza.
Pensar
que los dolores son naturales o necesarios, o aunque vamos a aprender algo con
ellos, es un grave error de visión. El dolor no enseña absolutamente nada en
términos filosóficos, éticos o emocionales.
Es
sólo una señal natural de que estamos forzando el cuerpo más allá de sus
límites. El dolor nos dice que si insistimos en las acciones que la producen,
inevitablemente lesionamos nuestro cuerpo y pagaremos un precio innecesario en
la ilusión de estar en la búsqueda de la iluminación.
Asumir
el dolor físico como algo natural no es una actitud sabia ni feliz. Recordemos
que no tenemos ninguna necesidad de sufrir, ni dolor físico ni tristeza, ni
miedo, ni rabia, para realizar el supremo objetivo del Yoga, que es la
libertad, mokṣa.
O,
como dijo alguien, modificando sabiamente aquel engañoso adagio, “No pain, more
gain: sin dolor, más ganancia”. Por otra parte, mokṣa es justamente lo
contrario del dolor. Es liberarse, entre otras cosas, de la idea de que debemos
sentir dolor y también del apego a esa idea. Buenas prácticas para todos. Sin
lesiones. Sin dolor. Sin sufrimiento.
¡Namaste!
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