miércoles, 22 de noviembre de 2017

Sadhana es Dar en el Blanco (2ª Parte de 2)

por Pedro Kupfer
traducido del portugués

Estrategia.
Una vez establecido el propósito inicial y definido el objetivo final, todavía nos falta decir unas palabras sobre la forma de actuar durante el sādhana. La forma de practicar, considerando que las acciones por si solas no producen la libertad que busco, debe incluir una actitud interior, como realizar un proceso que consta de tres fases, como se enseña en la Bṛhadāraṇyaka Upaniṣad: śravaṇam, manaṇam y nididhyāsanam. De estas tres, la primera es aquella en la cual nos exponemos a las enseñanzas de las Upaniṣads que indican que yo ya soy la plenitud que estoy buscando, conforme lo indica la gran sentencia védica tat tvam’asi, “tu eres eso”.
Estas afirmaciones védicas que apuntan a la naturaleza del Ser deben ser aprendidas de un profesor. Cuando nos exponemos al conocimiento, el profesor se convierte en un vehículo para él, puesto que la enseñanza es transmitida por él. Por esto, él no puede ser obtenido sólo por los libros. Śravanam, a diferencia de estudiar por libros, en que hay ciertas acciones que participan, no implica esfuerzo por parte del estudiante, así como no hay esfuerzo, cuando nuestros ojos ven bien, al observar los objetos que nos rodean. Śravanam quiere decir literalmente “escuchar [la enseñanza de los Upaniṣads]”.
Sin embargo, si persiste alguna duda, yo no voy a tener una visión  de mi mismo como alguien pleno, así como, si hubiera alguna duda sobre si un cable eléctrico está conectado a lar red, no lo voy a tocar, pues no quiero correr el riesgo de que me de la corriente. Manaṇam es, entonces, este proceso a través del cual elimino todas las dudas, pues no puedo pasar a la próxima etapa, la contemplación, nididhyāsana, si no estoy seguro sobre lo que voy a meditar. Manaṇam puede ser traducido como “cuestionamiento [para esclarecer las dudas]”.
A su vez, esta tercera etapa que es la contemplación sirve para sedimentar los conocimientos y la visión en mi. De esta última fase, el primer paso es upāsana, la meditación sobre los valores, que me permite preparar el terreno, por así decirlo, para hacer posteriormente las contemplaciones yógicas propiamente dichas. Nididhyāsana quiere decir “reflexión [sobre lo que ya se sabe de si mismo]”.
La práctica de Haṭha Yoga entera entra en este último momento del proceso, y es desde esta perspectiva que debe ser observada. En otras palabras, toda  práctica de Haṭha Yoga, de la āsana al yoganidrā, del prāṇāyāma a la mudrā, son, o deberían ser, formas de reflexión sobre aquello que ya se conoce sobre si mismo, nididhyāsana. Esto significa, dentro de otras cosas, que no es recomendable practicar sin estudiar, así como no es recomendable estudiar sin practicar.
El Viṣṇu Purāṇa es un antiguo texto que compara el estudio y la práctica con nuestros dos ojos. Sin los dos ojos abiertos, no es posible tener una visión cabal de la realidad, una vez que se pierde la profundidad: “Del estudio se debe pasar al Yoga. Del Yoga se debe pasar al estudio. Por la perfección en el estudio y en el Yoga, la conciencia Suprema se manifiesta. El estudio es uno de los ojos con los que se percibe el Ser.  El  Yoga es el otro.” VI:6.2.
Para aquellos que creen que el Vedānta es solo una “filosofía teórica” que sufrió una especie de matrimonio forzado con el Haṭha Yoga, cabe recordar la importancia dada por ejemplo, en el Dayānanda Ashram, de Rishikesh, una de las instituciones de enseñanza del Vedanta más tradicionales, las prácticas de prāṇāyāma y meditación, conducidas por el propio Swāmijī temprano por la mañana, también como las prácticas de āsana y relajación, entregadas diariamente por profesores de Haṭha Yoga para ayudar en el proceso de compresión de las enseñanzas, una vez que ellas posibilitan que el cuerpo permanezca sentado con comodidad en las largar horas de estudio, además, es claro, de mantener a las personas enfocadas, con más salud y con mejor disposición para recibir la enseñanza.
Si estas técnicas no fuesen importantes, como afirman algunos “yoguis de sofá”, no estarían tan presentes en la vida cotidiana de este monasterio, que como ya dijimos es uno de los más tradicionales en la enseñanza del Vedānta en la India. Hechas estas precisiones, pasemos entonces a los aspectos prácticos de la  construcción de la sādhana personal.

¿Reflexión en la Práctica?
¿Qué significa hacer nididhyāsana al practicar? ¿Sería a caso “pensar en la vida” mientras se practica? ¿Significa dejar que la mente divague sobre asuntos “profundos” mientras realizamos nuestros ejercicios respiratorios o mantras? el yogui realiza el nididhyāsana en la práctica de la misma forma que cualquier ser humano naturalmente se extasía ante la naturaleza, la inmensidad del firmamento, el nacimiento de un niño o ante una cura milagrosa.
El Śvetaśvatara Upaniṣad comienza realizando las siguientes preguntas: “¿Cuál es nuestro origen? ¿De dónde hemos nacido? ¿Por qué vivimos?” Estas preguntas establecen el inicio de toda jornada por el auto-conocimiento. La contemplación es un elemento fundamental de la condición humana. Básicamente, reflexionamos porque somos humanos.
Percibimos el cuerpo desde dentro de él. En nididhyāsana, el cuerpo no es visto como un objeto cualquiera, sino como el lugar en el cual pasa la vida, una expresión de Samaṣṭi, el Todo. En la visión no-dualista, lo físico es la corporificación del Ser, y no existe sin él. El cuerpo humano no es una máquina hecha de materia inconsciente animada por la mente, sino una realidad vital animada por la presencia del Ser que, por cierto, está en todos los aspectos de la creación.
Como Ser corporificado, esta estructura física, viva y consciente, se relaciona con el mundo. Tocar es ser tocado. Abrazar a otra persona es ser abrazado por ella. el abrazo no es el contacto físico de dos cuerpos, sino el encuentro de dos seres vivos. Y, cuando dos seres se encuentran, no hay dos dualidades cuerpo-mente tocándose. Si usted vive como Ser en el cuerpo vivo, no hay dualidad cuerpo-mente.
La separación surge cuando observamos la vida desde la identificación con los deseos y aversiones del ego. El Ser no es limitado por el tiempo o el espacio. El cuerpo, por su lado, evidentemente si tiene limitaciones. Estas limitaciones son dinámicas y tienen su propio ritmo, pautado por los procesos de crecimiento, aprendizaje, fortalecimiento, madurez, enfermedad, envejecimiento y muerte física.
Las prácticas del Yoga profundizan la “relación” (si podemos hablar de una), entre el Ser y el cuerpo, en el sentido que, al ampliar y enriquecer la movilidad física y respiratoria resulta más fácil comprenderse a si mismo como alguien que no se restringe a la experiencia corpórea. Aumentar la movilidad no es algo que sólo sucede en el espacio físico o vital; la expansión del cuerpo es el espacio físico propio, creciendo.
Sabemos que las experiencias, placenteras o  no, quedan alojadas de forma dinámica en los tejidos corporales y en la mente subconsciente. El miedo de repetir las experiencias vinculadas con dolor o sufrimiento restringe los movimientos físicos, respiratorios y energéticos, creando patrones de tensión crónica.
La práctica de āsana y prāṇāyāma, entre otros beneficios, puede ayudar a disolver estas corazas y borrar estos registros de nuestros huesos, músculos y nervios. Esta cualidad de la práctica crea una nueva visión, a través de la cual permanecemos en contacto con esa persona simple y tranquila que somos.
Al practicar, dejamos de lado todas las tareas cotidianas. La práctica ocurre en un espacio reducido: básicamente, un pequeño tapete extendido en el suelo. No hay ningún desplazamiento físico más allá de sus límites. Mientras tanto, dentro de ese espacio, investigamos con el cuerpo todas las direcciones posibles, observando conscientemente los patrones respiratorios y de movilidad, y las eventuales dificultades o facilidades. Observando estos patrones, identificamos posibles bloqueos o cicatrices y reconocemos las marcas que las experiencias pasadas dejaron impresas en el cuerpo.
Respiramos a través de lo fácil y de lo difícil, y reconstruimos la visión de nosotros mismos como entidad viviente, plena y simple, nacida por la presencia del Ser. De esta forma, investigando conscientemente el movimiento, permanencia, respiración y auto-observación, eliminamos todos los obstáculos que los hábitos inconscientes y las experiencias pasadas imponen a nuestra espacialidad y, consecuentemente, a nuestra mente. La práctica, así, cumple su propósito como un momento para la reflexión sobre aquello que somos.

Buenas prácticas y namasté!

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