Rama preguntó:
Sagrado señor, dijiste que cuando la mente
piensa en algo, ese algo se materializa ante ella. Y ahora dices que la
esclavitud no existe. ¿Cómo pueden ser verdad ambas proposiciones tan
contradictorias?
Vasishtha contestó rápidamente:
La mente, Rama, imagina la esclavitud en el
estado de ignorancia. Del mismo modo que los sueños desaparecen al despertar,
las alucinaciones conocidas como esclavitud y liberación no existen a los ojos
del iluminado que carece de ignorancia. Conozco una curiosa leyenda que ilustra
perfectamente este asunto. Escúchala con atención.
Un niño pidió a su niñera que le contara un
cuento y la criada le contó la siguiente historia:
Historia
del niño y las tres princesas
Érase una vez una ciudad que no existía, en
donde vivían tres princesas hermosas y valientes. Dos de ellas no habían nacido
y la tercera no había sido concebida. Cuando fallecieron todos sus parientes,
las princesas abandonaron su país y marcharon a tierras lejanas. Incapaces de
aguantar el calor del sol que abrasaba sus cuerpos, se sintieron desmayar. Sus
pies se quemaban en la ardiente arena y hasta las hojas de hierba producían heridas
en sus delicadas plantas.
Buscaron refugio a la sombra de tres árboles,
de los cuales dos no existían y uno ni siquiera había sido plantado. Después de
permanecer algún tiempo bajo ellos y haber comido sus frutos, reemprendieron la
marcha.
Alcanzaron la ribera de tres ríos, de los cuales
dos estaban secos y el tercero no tenía una gota de agua. Las princesas tomaron
un baño refrescante y apagaron en ellos su sed.
Más tarde llegaron a una gran ciudad que
todavía no había sido edificada.
Entraron en ella y encontraron tres palacios
de sorprendente perfección. Dos de ellos todavía no habían sido planeados y el
tercero no tenía paredes. Entraron en los palacios y encontraron tres platos
dorados; dos de ellos estaban rotos y el tercero pulverizado por completo.
Cogieron este último para servirse. Luego tomaron noventa y nueve menos cien
gramos de arroz y lo cocinaron.
A continuación invitaron a tres hombres santos
a hospedarse en el palacio; los dos primeros no tenían cuerpo y el tercero
carecía de boca. Cuando los tres santos habían acabado su comida, las princesas
consumieron el resto del arroz que habían cocinado para ellos. Todos quedaron
muy satisfechos. Vivieron en aquella ciudad durante largo tiempo y fueron muy
felices. Esta es una leyenda muy curiosa, hijo mío; si la recuerdas fielmente,
llegarás a ser un hombre sabio y respetado por todo el mundo.
Cuando el niño acabó de oír esta historia,
quedó asombrado.
Lo que conocemos como creación del mundo no es
más real que esta historia de las tres princesas que la niñera contó al niño.
Este mundo no es más que una idea, o si
prefieres, una mera alucinación.
En la conciencia infinita surge la idea de
creación, y eso es todo lo que hay. Este mundo no es nada más que una idea, y
los objetos percibidos en este mundo no son más que una idea.
Abandona el tremendo error de la ideación y
pronto te verás libre de todas esas fantasías; si permaneces firme en la
verdad, en poco tiempo alcanzarás la paz.