por Pedro Kupfer
(Traducido del portugués)
Imagina, por un lado, un yogui
bien intencionado, practicando āsanas con devoción y disciplina, siguiendo
estrictamente las instrucciones de su profesor o del método escogido. En el
otro lado, el orden de Īśvara, la Inteligencia Ilimitada, manifestada en la
forma de la fisiología, la kinesiología y la biomecánica.
¿Crees
que hay posibilidad de colisión entre ambos? Los accidentes pueden ocurrir en
cualquier circunstancia, y queremos naturalmente evitarlos. Cuando nos
enfrentamos con el orden de Īśvara en esos aspectos o en cualquier otro, no hay
negociación posible: o aceptamos las cosas como son, o creamos problemas para
nosotros mismos.
Hemos
visto, con preocupación, una tendencia en el Yoga que se practica hoy en día a
confundir medios y fines, y mezclar hechos de índole física, como son las
acciones que tienen lugar en la práctica de āsana, con eventos
"kármicos", mentales, emocionales o emocionales energéticos.
Dado
que esta mezcla puede ser explosiva y potencialmente perjudicial para la salud
física y la emocionalidad de quien practica en ese limbo, resolvemos escribir
este texto. Así, invitamos al amigo lector a considerar como va su relación con
las prácticas del Yoga y los objetivos que nos proponemos realizar a través de
ellas.
El
yoga es para la libertad.
El objetivo del Yoga es la libertad. Practicamos Yoga para liberarnos de nuestros condicionamientos y creencias limitantes, que nos mantienen presos en la red de dolor y sufrimiento. Este objetivo se alcanza a través de un proceso preparatorio, del cual las prácticas físicas son una parte muy pequeña, y que incluye también la preparación del cuerpo sutil, las emociones y los pensamientos.
Este
proceso se llama, en sánscrito, antaḥkarāṇaśuddhi, o purificación del
psiquismo, el llamado "órgano interno", que está constituido por la
mente, el ego y la inteligencia. El proceso incluye la reevaluación de nuestros
valores y actitudes.
Āsana
¿para qué?
¿Con
qué objetivo practicamos? ¿Cuál sería la razón para ampliar tanto la movilidad,
por ejemplo, de la cadera o de la columna vertebral? El buen sentido indica que
en un cuerpo funcional, capaz de realizar las tareas cotidianas, tanto en el
trabajo y en actividades que apreciamos, como hobbies o deportes, las
articulaciones necesitan tener movilidad, pero en el grado correcto.
Además
de la amplitud de movimiento, la salud de una articulación se construye también
con estabilidad y fuerza. Los músculos sanos, por su parte, no sólo necesitan
tener elongación, sino también de tonicidad, resistencia y fuerza.
Así,
el objetivo de la práctica de āsana a la luz de la meta del Yoga es dar al
cuerpo libertad de movimientos, salud y longevidad. En términos sutiles, los
āsanas pueden promover el desbloqueo de energías reprimidas y la disolución de
corazas de tensión crónica, pero debe quedar claro que ese proceso de estimular
el flujo del prāṇa, la fuerza vital, no es el objetivo final de la práctica.
Una
vez preparados el cuerpo y la mente a través de esas prácticas, estamos
calificados para completar el proceso cognitivo de reconocernos a nosotros
mismos como libertad, plenitud y ausencia de limitaciones.
La
práctica de mantras, āsanas y prāṇāyāmas es una extensión del proceso
meditativo, llamado nidhidhyāsana, que tiene como objetivo llevar a los
diferentes momentos del cotidiano la conciencia de la unidad y la plenitud que
permea la creación y está presente en todo y en todos. Practicamos la visión de
la no separación dentro de la sala, para luego extender esa visión para todos
los actos del día a día.
Practicar
por toda la vida.
Esto
implica, si consideramos el Yoga como un estilo de vida, construir una relación
ecuánime y de largo plazo con la práctica. Y evitar, evidentemente, la actitud
de practicar desde la ansiedad o desde la desesperación, como si no hubiera
mañana o como si el mundo terminara antes de nuestro centésimo octavo
sūryanamaskār.
Es
más sabio practicar algunas veces por semana, con intensidad moderada, evitando
el desgaste natural de las articulaciones por el exceso de repetición de
movimientos o por el trabajo en el límite de las mismas.
También
es necesario comprender cuáles son las posturas que debemos adoptar y cuáles
las que debemos dejar fuera de nuestra práctica, a cada fase de la vida: lo que
vale a los 20 años de edad no vale necesariamente a los 50. Lo qué podemos
hacer a los 30 no siempre puede hacerse a los 70.
Chi
va piano, va sano y va lontano.
Recuerdo
bien una conversación que tuve con el profesor Hermógenes hace más de una
década en la que me dijo que, al llegar a los 80 años de vida, tuvo que dejar
de hacer la postura de inversión sobre la cabeza, śirṣāsana. Saber que alguien
practicó esa postura con buenos resultados hasta los 80 es una fuente de
inspiración para cualquiera.
Sin
embargo, si no prestamos atención en el sentido de evitar comprimir los discos
intervertebrales de la región cervical al hacer esa postura (lo que se hace
colocando el peso del cuerpo en los brazos), es muy probable que no consigamos
seguir el paso del profesor.
Digo
esto pues, poniendo excesiva presión y repetidas veces el peso del cuerpo sobre
las vértebras cervicales, podremos desgastar o lesionar los discos en unos
pocos años de práctica y tendremos que parar. Como dicen los italianos, chi
va piano, va sano y va lontano. Quien va despacio, va sano y va lejos. Este
sabio consejo de la sabiduría popular no necesita ser ignorado.
Las
limitaciones de la práctica.
También
hay que recordar que los āsanas no resuelven "problemas kármicos"
(sea lo que ese pleonasmo significa), ni problemas prácticos de ninguna índole.
No traen sabiduría ni iluminación. Su práctica es para el cuerpo físico y, en
el mejor de los casos, también para el cuerpo vital. La idea de que este tipo
de práctica va a resolver problemas en otros niveles es un equívoco grave que
aún puede producir nuevos problemas para el cuerpo, si se hace de la manera
inadecuada.
Esto
suma, a los problemas no resueltos, situaciones potencialmente indeseables para
el cuerpo y aún puede producir intensa tristeza o baja autoestima, cuando
observamos que fracasamos como practicantes y vemos que hay a nuestro lado
personas que, al parecer, son exitosas en esta búsqueda.
Los
karmas, las acciones, se hacen con los órganos de acción: manos, habla, pies,
reproducción y excreción. Si creamos situaciones indeseables para nosotros
mismos y para los demás usando estos órganos, no será por el uso ciego y
continuado de los mismos que resolveremos estas situaciones, sino a través del
cambio de actitud que es fruto de la reflexión, la madurez emocional, la
experiencia y el aprendizaje con los propios errores pasados.
Contribuciones
de Occidente.

Esas
contribuciones, que nos ayudan a construir una práctica más segura y una relación
a largo plazo con el propio Yoga, no deberían ser ignoradas, especialmente en
este momento de efervescencia en el que nuevos métodos y nuevas tradiciones
surgen como hongos después de la lluvia. Aún más si consideramos que algunos de
estos métodos novedosos son potencialmente dañinos a la integridad física de
quienes los practican con la actitud equivocada o teniendo el biotipo
equivocado.
Dolores
constructivos y dolores destructivos.
Es
bueno recordar que, dentro del sistema músculo-esquelético, pueden ocurrir dos
tipos de dolores: las musculares y las articulares. Los dolores musculares en
la práctica de āsana son, “por lo general”, positivos, en el sentido que nos
muestran que estamos alargando o fortaleciendo la musculatura.
No
hay nada malo en relación con esto. Por otra parte, dolores articulares, sea en
los tobillos, rodillas, cadera, lumbar, cervical, hombros, codos o puños, son
negativos y potencialmente destructivos.
Estos
dolores dentro de las articulaciones, al manifestarse, nos dicen que estamos
colocando el cuerpo en posturas potencialmente dañinas. Los dolores articulares
que persisten, que van más allá de la natural incomodidad muscular que podemos
sentir cuando practicamos āsanas al estar tensos, deben ser tenidos en cuenta.
Al oír el cuerpo, comprender y atender a sus necesidades, evitamos lastimarlo.
Sin
embargo, inexplicablemente, hay algunas personas en el Yoga que creen que las
leyes de la física no se aplican a los cuerpos de los practicantes. El hecho de
basarse en este tipo de presunción puede ser peligroso para la integridad
física.
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